Reconozco


Reconozco que he llegado a destruir las normas que me guiaban y junto a ellas todos mis consuelos. Logré pervertir la sonrisa, y aun así no consigo decir no por última vez a tu calma fatigada y a tu infinito sin rumbo.

Sonará extraño que lo mencione ahora, no obstante, pese a todo, tuve tiempo de decirte cuan sencillo es amar cuando no importa que el futuro sea una oscura y espesa hojarasca del rastrojal de la vida.

Es probable que mi manera tan poco suntuaria de decirlo, haya sido lo que permitió que optásemos por una de entre todas nuestras mutuas tentaciones para vivir ese prototipo de estupor alegre que no carga culpa ni disculpa, pero que sin duda es el que ha nutrido de optimismo nuestra pasión.

Lo que sigue ya lo sabes, o quizás lo supongas, pero entre tantas cosas por decir, me queda pendiente un ojalá pueda estar siempre en tu sueño junto a tu cama vacía.

Mientras tanto, te guardaré en la retentiva esperando por la luz de tus ojos en cuanto te miro con ojos de nostalgia en el recuerdo.

 

Cómo Olvidarte


Cada día es un comienzo nuevo, porque esa es la hora y el mejor momento para amar y ser amado, cuando todo se asemeja a las eternas rocas que sobresalen mismo estando enterradas en la tierra. Quien las contempla sabe que son motivo de escaso goce, pero al mismo tiempo comprende lo cuanto son necesarias para el equilibrio del mundo.

Pero a mí me persigue su sonrisa… maldita sea. ¿Alguien ha visto alguna vez un atardecer en la playa? Ella tiene esa misma calma, la misma magia, el mismo hechizo, pero en su boca.

Cuando llega la noche la almohada pide que le hable de otras cosas, que le cuente algo más interesante. Perdidos en esas pláticas ahogadas, de a poquito en poquito experimento olvidar lo que por las noches tanto me ha hecho llorar, hasta que el perdón logre borrar lo que el tiempo no pudo.

A bien verdad, en absoluto podremos olvidar totalmente a quien amamos, si es que en algún momento de nuestra vida escuchamos juntos una canción y la hicimos nuestra.

 

 

Puede Ser


La circunstancia no siempre es realidad, por lo que es posible que su candidez le complique el razonamiento, ya que la sonrisa que nota en mí rostro no es mía sino más bien de usted, visto que la sonrisa invariablemente pertenece a quien la provoca.

Suele acontecer lo mismo en otros contextos, porque en la fiesta de la piel y en el juego del amor, las caricias suelen perdurar ad eternun, no obstante una caricia nueva nunca será la copia de otra caricia lejana y vieja. Ésta será, sin duda, una nueva versión casi siempre mejorada de las caricias anteriores.

Pese a todo, yo quiero pensar que un día usted me encontrará en un recuerdo roto, o tal vez en una foto vieja que sembrará un sonriso en su boca. Y prendido en ese silencio estaré yo acariciándole los labios, recordándole que fuimos lo que ya no somos.

Llegará un día en el cual, usted y yo, mismo que sea en un recuerdo, volveremos al amor.

Me Bastas Tú


Me basta con mirar tu foto para percibir en esos ojos de almendra madura toda la alegría del mundo que hoy llevas guardada dentro de ti.

Me basta con ver tu sonrisa de nácar para comprender el júbilo que escondes en tu alma de mujer en flor.

Me basta tan sólo con observar tu cabello rizado para imaginarlo aletear altivo frente al viento de primavera tal cual paloma que vuela vanidosa hacia la libertad.

Me basta con cerrar mis ojos y pensar en ti, y ciego de pasión lograr imaginarte de mil maneras diferentes como se imaginan sueños que no pasan de utopías.

Me basta con soñarte para yo también ser feliz a la distancia, mientras tanto idealizo como mis dedos torpes irán corriendo lentos por tus mejillas, a la vez que mis labios sedientos recuerdan tus besos de aguamiel.

Me bastas tú, para quererte eternamente.

Eclético


Ciertas personas dicen que lo imposible no pasa de una burla de los dioses supremos, esos redivivos que con sus maniobras alteran la vida de todos los que han venido al mundo con la obsesión imposible de encontrar el amor.

Si bien que en mi caso en particular, usted esconde en sus ojos lo que he buscado con sensatez en un sinfín de dimensiones. Usted guarda una sonrisa madura capaz de curar mi más amarga tristeza. Usted parece ser la luz de la luna que brilla en mi oscuridad. Y es más, es tan hermosa, que cuando sonríe me sacude el alma.

Sin embargo, al estar frente esos mismos contextos de imposibilidad infinita, uno necesita ser eclético, porque no debemos dudar que todos los humanos queremos lo que no se puede. Por tanto, si nos valemos de un proceder eclético, evitamos convertirnos en seres fanáticos de lo prohibido. Más aún si se trata de una persona tan seductora como lo es usted, que convierte mis sentimientos en utopía.

No niego que en diversas ocasiones he suplicado su amor con ardor a los jefes supremos, los mismos de que hablé y que por medio de hilos invisibles rigen las cosas prohibidas que nos atosigan la vida, y pese a todo, mismo así, aun extraño esos momentos que nunca vivimos, los recuerdos que jamás escribimos, los pasos que hemos dado tomados de la mano pero que en realidad nunca los dimos.

Sí, aun la extraño. Extraño nada y todo de usted. Tan poco de eso que a veces me ha dado, pero que me hace extrañar una parte de mí, esa que está junto a usted.

No quiero mentirle, pero es verdad que la extraño, que la extraño como a nadie. Y como de extrañar no se vive, me gustaría preguntarle: ¿En qué lugar, a que deshoras me dirá usted que me ama? Esto es urgente porque la eternidad se nos acaba.

El Eco del Silencio


112-eco-del-silencio

Algunos sostienen y dan fe, que asistir la muerte lenta de las cosas bellas no es lo que más nos duele. Y es verdad, porque insensibles, no percibimos como se van muriendo las cosas simples de la vida. Hablo de esas cosas chiquitas que nos alegran y nos despiertan una sonrisa breve, pero que tantas y tantas veces las dejamos pasar sin verlas ni disfrutarlas, atrapados que estamos por la rueca de la rutina que nos lleva en dirección contraria.

En realidad, no hay que vivir ni sentir el tiempo como destructor de sueños, sino que hay que caminar por la vida deseando que esos sueños se vayan cumpliendo de a uno, todos. En el recuento final, el tiempo, devorador de vidas, se quedará sin ellos, porque los hemos guardado nosotros mientras seguíamos caminando y tejiendo otros sueños.

Muy pocas veces tenemos ojos para distinguirlas, pero las cosas simples de que hablo, son aquellas con las que estamos predestinados a vivir, todas esas cosas que fluyen naturalmente y que pasan tan desapercibidas, que no nos damos cuenta cuando estas un día se acaban. Son cosas tan naturales, que ellas parecen hacer parte de nuestra propia esencia desde que vinimos al mundo, por lo se torna difícil darles un nombre o definición específica, puesto que al ser casi algo de nosotros mismos, son una experiencia única para cada persona.

En definitiva, el amor es una de ellas, porque casi nunca nos damos cuenta cuando empezamos a amar o caemos de rodillas ante una pasión, y por eso no logramos dar una definición clara sobre lo que sentimos.

Sin embargo, no percibimos lo cuan fácil es amar, no solamente a una persona especial, familia, amigos, sino las cosas, los lugares, los momentos. Todo lo que nos hace bien se puede resumir fácilmente en amor, aunque para cada persona éste se muestre diferente y se presente de formas desiguales.

Por tanto, el amor es simple, lo complicamos nosotros con tantas vueltas y revueltas, con tanto decir y desdecir, con tantas palabras y reproches, y perdemos la oportunidad de observar cuántas veces se hace amor el silencio.

Encuentro


85-encuentro

La noté muy quieta, mirándome fijamente, aunque no se percatara que su lindo rostro delataba todo el color de sus sentimientos. A mí me dio las sensación que se encontraba muy afligida por algún motivo, pero no por eso dejaba de ser una mujer bellísima.

Sus gráciles ojos verdes brillaban como si estos fuesen un delicado par de botones de jade engarzados sutilmente en su semblante. No lo hacía de exprofeso, pero sus labios entreabiertos dibujaban una mueca de extasiada candidez.

Mismo así, atónito a causa de su lindura, recelé ver un par de lágrimas furtivas a resbalar por sus claras mejillas. Observarla frente a mí, era como si yo mirase la luna, y hasta me parecía ver perlas en su rostro. Ni la nieve más blanca, blanquísima, era tan linda como su sonrisa.

Medio perdido en medio a estas meditaciones, el canto de mi voz se ahogó de vez en mi garganta. Quedé mudo y se hizo entonces un silencio enorme. Imaginé que ambos éramos parte presente de una de esas pinturas que cuelgan de las paredes en una quietud eterna que los frenéticos del mundo no se animan a quebrar.

El nuestro era un efímero encuentro donde no reinó la palabra. No había necesidad de corromper la mirada. Ellas lo decían todo. Poco a poco regresamos los dos al fluido del tiempo, cuando entonces ella sonrió y yo pensé que era un pedazo de sol que caía entre mis manos.

Inquieto, se me ocurrió mirar hacia la inmensa pradera que se extendía en soledad en dirección certera hacia un horizonte infinito buscando indicarle tanta hermosura, pero al volver la vista hacia ella, había desaparecido.

Me quedé con la certeza de que había existido un corto paréntesis de silencio entre sus manos y mis manos, entre su mirada y mi mirada. Una frontera de palabras que no llegaron a ser dichas entre sus labios y mis labios. Sin duda hubo algo que permaneció brillando así de triste entre sus ojos y mis ojos.

No tuve tiempo de decirle que no la quería para llenar mi soledad, eso sería mucho egoísmo de mi parte. Ella se marchara antes que yo pudiera decirle que la quería para completarnos la existencia.

Motivos Demás


64-motivos-demas

Esas perpetuas veces en que tengo el alma inquieta y sin sueño, me pregunto a causa de qué motivo extraño se debe eso de venirme todo el amor de golpe justamente cuando tú estás tan lejana de mí, agrura de mis alucinaciones.

En esos soplos de espejismos que me invaden cuando estoy con el alma en un hilo, yo sólo quisiera ser uno de los motivos de tu sonrisa, quizá un ínfimo pensamiento de tu imaginación durante la mañana, o tal vez ser el cómplice de un lindo recuerdo antes de que te eches a dormir.

Meramente quisiera tornarme una fugaz imagen frente a tus ojos, quién sabe una voz susurrante en tu oído, o acaso un leve roce en tus labios. Pero efectivamente yo quisiera convertirme en el único motivo que tú desearías tener a tu lado, por ventura no durante todo el día, pero de una u otra forma, el que viva eternamente en ti.

Mis suplicantes palabras nunca serán suficiente cuando lo que tengo a decirte me desborda el alma, cariño mío, no obstante deba morderme la lengua para que mis múltiplos motivos no salgan huyendo cobardemente por alguna de las tantas goteras que tiene mi corazón.

El día que yo aprenda a amar con mi propio ímpetu y no con esa debilidad que busco para huir de mí mismo, el día que aprenda a amar sin más para encontrarme en la vida, no para renunciar sino más bien para afirmarme, entonces y sólo entonces nuestro amor será mi fuente de vida y no un peligro mortal.

Solamente te propongo, amor mío, que seamos ya ese pedazo de cielo despejado de nubes soturnas, ese efímero espacio en que la realidad pasa de un soplo divino a la aventura misteriosa en una odisea planetaria que estale en pétalos de sueño y, como si fuese un ventarrón de pasión, haga deshojar rosas y jazmines a su paso.

Hoy, falto de tus caricias y roces, tan sólo quisiera que me beses como se besan pocas veces en la vida, con todo, con cariño, con pasión, entre la pared y el corazón. Pero eso sí, que sea de esos besos que se pagan con el alma.

El Favor de la Risa


63-favor-risa

La acción de reír puede ser el mejor remedio para todos los males que nos inquietan, inclusive para la expiación de los malos amores. Sin embargo, lo trágico del caso, es que nos olvidamos que la risa es un privilegio del ser humano. Ningún otro animalejo se ríe con el verdadero sentido de esa función, por lo menos aquellos que no son racionales.

Con frecuencia suelo cuestionarme sobre cuántas de las neurosis de la actualidad se basan, al menos parcialmente, en personas con pocas flores en el jardín de la memoria, que no se dieron cuenta que han perdido el contacto con el sorprendente hecho de que la vida es un chiste maravilloso del que todos, de alguna manera, formamos parte.

Evidente que la risa puede tener diferentes intensidades. Una de ellas la podemos percibir luego de revelar a la diva de nuestras quimeras cuánto la amamos. Los ojos de ella bailarán alegres y su par de labios purpúreos y húmedos se entreabrirán. Aparecerá entonces una mueca leve en el rostro, sin sonido. Esa será su sonrisa de incredulidad.

Pero todo cuidado es poco, porque la sonrisa puede ser también un gesto de cortesía o tan sólo una simple muestra de afirmación sobre lo que sea y fuere. Y a pesar de que ambos términos posean definiciones diferentes, no es raro que nos topemos frente a ellos en el contexto incorrecto, y más aún si nuestra confesión de amor no toca el corazón de quien nos está quitando el sueño, ya que muchas mujeres los utilizan de manera indistinta.

Sin apartarme más que lo necesario de lo que aquí interesa, el caso peculiar, es que nos olvidamos que el sentido del humor nos ayuda a olvidar, cuanto menos por un instante, nuestro demasiado inflado sentido de seriedad y de propiedad. Probablemente eso no sea más que una sumisa declaración inconsciente de nuestra superioridad sobre las desgracias y calamidades que a cualquier hora podría caernos encima como cascotes de emoción.

Mismo que el concepto de risa suele referirse a una reacción espontánea e involuntaria de nuestro empedernido pesquis, muchas personas continúan a suprimir la alegría creyendo, de manera desafortunada, que la vida es una empresa seria. Entonces su sonrisa cortés sustituye la risa espontánea y los impulsos de alegría aparecen en forma moderada, o directamente desaparecen por deferencia al sentido común o al buen gusto, y se quedan así, como si fueran esas boyas ancladas en la costa sacudidas por la furia de la tempestad.

Flores Marchitas


61-flores-marchitas

Los cuentos suelen pasar de boca en boca, pero al ser repetidos una y otra vez, estos nunca mantienen intacta su historia. Veremos que tal sale éste.

…Sin fallar siquiera una vez que fuese, todos los meses Rosita iba al cementerio para depositar flores en el túmulo de su fallecido marido. Claro que para ella, esas visitas no eran una obligación, sino más bien una prueba del enorme respeto hacia su memoria y el vivo cariño que siempre tuviera por él, ya que ellos se habían dado tan bien en el relacionamiento conyugal.

“Mi marido, -repetía incesantemente Rosita para todas sus conocidas, junto a una tierna sonrisa-, siempre fue un hombre maravilloso. Él adivinaba mis pensamientos, hacía todos mis gustos y deseos. Y si bien, a causa de su trabajo, seguidamente se veía obligado a viajar permaneciendo por un día o dos lejos de casa, a la vuelta siempre me traía un regalito. Incluso, hubo ocasiones en las cuales yo no sabía por dónde andaba metido, pero él igual me telefoneaba, siempre apurado, pobre; tanto, que ni me daba tiempo a preguntarle en qué lugar se encontraba”.

A causa de esos lindos recuerdos, ella no podía dejar de prestarle su justa homenaje, llevándole siempre un ramo de las flores que a él tanto le gustaban. Cierta vez le habían mandado a casa un gran ramo con sus flores predilectas. Fuera un amigo que le hiciera esa gentileza. Pero en ese momento él no quiso mostrarle el origen de la tarjeta, que era por sí muy elogiosa, ya que eso de cierta forma a él lo violentaba, pues no se hallaba merecedor de tantos elogios y loores.

Sin embargo, una cosa Rosita extrañaba todos los días 15, que era justamente la fecha del mes que comparecía al cementerio. Es que al fallecido le gustaba mucho esa cifra. Decía que ese alguarismo le traía suerte.

El caso es que cada vez que iba, Rosita encontraba en el túmulo un ramo con las mismas flores que ella le llevaba, por lo que se preguntaba cómo podían durar tanto. Un mes entero. ¿Será que mi marido, mismo muerto, tiene un poder extra natural para que las flores no se marchiten?

Cierta vez ella se animó, y le contó dicha ocurrencia al padre de la iglesia que concurría, pero el sacerdote quedara medio estupefacto con el extraño relato y ella nunca más lo mencionó. Decidió que no tocaría más en el asunto, porque tampoco quería que la voz corriese entre los feligreses y luego estos la tomasen por loca.

El caso es que ella iba al camposanto a la tarde, hasta que un día resolvió ir por la mañana. Precisamente, ese día, su cuñada estaba de aniversario y la celebración sería por la noche. Hacía tanto que ya no cuidaba de su apariencia, que antes quería ir a la peluquería, para arreglarse un poco, ya que comparecerían muchos conocidos y ella no quería mostrarse abandonada.

Cual no fue su sorpresa, entonces, que esa mañana, al llegar cerquita del túmulo del fallecido, notó un grupo de personas, inclusive un par de chiquillos. Luego pensó: “de seguro, estarán enterrando a alguien al lado del sepulcro de mi marido”.

Pero, no, no era. Aquella gente toda estaba de pie frente a la sepultura de su marido. A pasos comedidos, Rosita fue acercándose, al punto que oyó a una señora de media edad, indicar a los niños:

-Hínquense de una vez, y recen por vuestro padre, que siempre fue muy bueno con ustedes.

Rosita les dio la espalda, largó las flores en un cesto de basura y se marchó a pasos decididos. ¡Nunca más volvió!

Anteriores Entradas antiguas