Para quien quiera verlo, las cerúleas páginas de la Historia les mostrará que la especie humana es tan enemiga de la paz, que normalmente las pecheras de los guerreros suelen estar llenas de galardones y condecoraciones, en cuanto que muy rara vez a los pacifistas se les concede una medalla. Empero, existe sin embargo un premio para ellos, que es el Nobel de la Paz, aunque a veces este lo reciba gente tan insólita, que la lista de galardonados parecería que ayuda a consagrar el prestigio de la guerra, en lugar de condenarla… ¡Lamentable!
De igual forma, me entero que hace pocos días los analistas de un importante instituto alemán, sacaron cuentas y llegaron a la conclusión de que, a lo largo de todo 2011, hubo veinte guerras en el mundo, la cifra más alta después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Tan semejante balance debería avergonzar a la gente civilizada, pero en verdad, no es así, pues los números no conmueven a casi nadie y para la gran mayoría, estos pasan desapercibidos.
Por otro lado, la opinión pública se estremeció cuando supo de la trágica muerte de Michael Jackson, o cuando encontraron muerta a Whitney Houston en la habitación de un hotel, pero no ocurre lo mismo cuando el mismo vulgo se entera de que ya han muerto 45.000 mexicanos en cinco años de combate contra el narcotráfico, o han caído más de 8.500 civiles durante el último año de movilizaciones contra la dictadura siria.
Por conclusión, la defunción de un ídolo parecería que tiene mucho más peso que la carnicería de miles de seres anónimos y desconocidos, y por allí empieza la lista de los contrasentidos que acompañan el vaivén de la guerra y la paz, que a su vez, también es un dilema entre la vida y la muerte.
Mandatarios del mundo no parecen darse cuenta de que arriesgan su credibilidad y su buen nombre cuando las armas intervienen por ejemplo en Irak o Afganistán, no solo porque esas aventuras tienen un costo atroz, sino porque además no logran el resultado que buscaban, y por ventura obtienen probablemente el opuesto, es decir, la sublevación del integrismo chiita o talibán.
Parecería que los líderes del mundo no aprendieron casi nada de las lecciones que han recibido de la Historia y, por lo tanto, en 2012 tendrán que enfrentarse a un variado panorama de conflictos, como si la memoria bélica no les sirviera de escarmiento. Entre esos peligros se centran en cinco pontos neurálgicos como:
1) – La eventualidad de un enfrentamiento con Irán, idea apoyada por algunos países, cuyo estallido -al margen de otros efectos calamitosos- convertiría en un caos la circulación mundial del petróleo. El 40% del cual sale por el Golfo Pérsico y el estrecho de Ormuz, en los que Irán tiene costas y donde opera regularmente su flota de guerra.
2) – La posibilidad de que la crisis de Siria desemboque en una guerra civil de gravedad imprevisible. Por el momento, sólo crecen las denuncias sobre torturas a prisioneros y asesinatos de mujeres y niños. Pero la inestabilidad siria afecta directamente a una zona candente del Oriente Medio.
3) – La indignación masiva provocada en Afganistán a raíz de la masacre de tres familias -16 personas- cometida por un sargento norteamericano cerca de una base militar ubicada al sur del país. El desatinado incidente se suma a otras barbaridades ya provocadas por las tropas ocupantes.
4) – La militarización de países latinoamericanos como México y Colombia, embarcados bajo el seudónimo de una lucha contra los carteles de la droga, la guerrilla y los paramilitares. Sin embargo, hay quienes afirmen que tales centros de tensión tienen ramificaciones en el hemisferio, que agravan esos riesgos latentes.
5) – Un estado turbulento y a veces explosivo en regímenes de transición como los de Libia, Yemen y Egipto, donde el ejército juega un papel dominante y genera reacciones violentas en algunos sectores de la población.
Hay que recordar que en otros países como Chechenia, Kosovo, Somalia, Congo o Nigeria, todavía está expuesto a la vista la devastación causada por guerras recientes, y en algunos de ellos como Sudán, siguen encendidos los choques armados.
De manera menos visible, pero con alcance igualmente doloroso, las violaciones a los derechos humanos, el crimen selectivo y planificado, el despotismo o la represión sistemática, profanan la convivencia y acompañan la gestión de algunos gobiernos en numerosos países políticamente oprimidos o culturalmente enajenados, haciendo proyectar sobre el planeta algunas sombras adicionales, emparentadas con perspectivas bélicas, malestar popular y emigración masiva, a lo que se añade el miedo como clima colectivo, y el terror como instrumento de poder, fomentando la colosal magnitud del tráfico de armas, que tarde o temprano serán utilizadas.
También esos rasgos integran la amenaza de guerra a través de este mundo del siglo XXI, incapaz de contabilizar los espantos del siglo anterior en esta misma materia, y por lo tanto imposibilitado de rectificar las agresividades de una parte de la humanidad y el rumbo de algunas naciones… ¿Hasta cuándo?