Los estudiosos del contenido de esta impresión, dicen que el amor tiene múltiples formas de manifestación, y de hecho, sus expresiones son infinitas, ya que el amor es un tema verdaderamente inconmensurable desde el punto de vista metafísico, filosófico o espiritual, ya que este vocablo por sí sólo, no trata sobre un único tema, sino que responde a todo un conjunto de significados que, con apuros, se reduce en una única palabra… ¡Amor!
A muchos puede parecerles que el amor es un asunto cuya contumacia parece ser muy compleja, pero sin embargo, el amor deja de ser un sentimiento complicado, cuando este realmente se convierte en un efecto verdadero, cuando esa emoción surge de la espiritualidad y, por ello, le acompaña la virtud.
En el ámbito humano, el amor se manifiesta como un sentimiento espiritual permanente que unifica a dos almas que son una en esencia, pero dual en la manifestación terrestre de nuestras vidas. Es bien verdad que el verdadero amor dota a los hombres y a las mujeres de un poder sobrenatural que puede elevarlos hasta las más altas cumbres, y llevarlos hacia las realizaciones de inimaginables hazañas de sacrificio por parte del ser humano.
Tales hazañas de sacrificio no son producto de una compulsión, sino un gozoso acto de ofrenda, y sin este fuego del sacrificio, ningún amor humano puede alcanzar su verdadera pureza original; porque el amor no es un mero intercambio de emociones y sentimientos, un creer que compartes cosas en común, y que él o ella te llegan como caídos del cielo, sino más bien, es una ofrenda absoluta de lo que somos o de lo que podemos llegar a ser, es decir, la entrega de todos nuestros actos volitivos, pensamientos de todos nuestros impulsos y sentimientos.
El amor no se resume a una mera unión vital, a la simpatía, filantropía, cariño o afecto por un ser semejante, aunque si pueda tener alguna relación con éstos, pues el verdadero amor es en su esencia, una unión con el ser amado despojada de toda sombra de egocentrismo, y por eso no podemos olvidarnos que la experiencia del amor es la de la fusión de un yo y un tú distintos.
El amor es la fuerza orientadora que conduce al otro personaje al cumplimiento de su vocación, sin llegar a importarse con las consecuencias. Esto significa contemplar el ser amado como un ente distinto de nosotros, como un ser autónomo y diferente.
¡Amor!… Nadie conoce sus fronteras, nadie está en condiciones de asegurar dónde empieza y dónde termina el sentimiento del amor, pues desde que la humanidad descubrió el amor, esta no ha parado de hacerlo crecer. Los estudiosos del tema afirman que, en las raíces religiosas de nuestra cultura, se diría que el “Cantar de los Cantares”, es el no va más del amor. Pero los místicos ascendieron por él y lo trascendieron; alcanzaron las más altas cumbres de la sublimidad y de la espiritualidad, dejando al original muy cerca de la carne.
En nuestra cultura profana, el ascenso del amor fue mucho más lento. Cualquiera esperaría tras un título como: “El arte de amar” (Ars amandi) de Ovidio, algo parecido a lo que hoy entendemos por amor. Puro engaño, pues en esa maestría, no es tan sólo el arte de seducir y conquistar. Por ejemplo, en las culturas griega y romana, el amor se movía muy a ras de tierra, sin embargo, el recordatorio se detiene en el amor platónico, el que se dirige, no a la satisfacción de las pasiones, sino, a la contemplación y al éxtasis… A un amor sin urgencias.
La mayor genialidad de Platón, cuya fascinación no se ha agotado a pesar del paso de los siglos, fue crear un mundo virtual, como diríamos ahora, mucho más perfecto que el mundo real, y con la fuerza suficiente para suplantarlo con éxito. Su gran invento fue la teoría de las ideas: “las cosas que vemos no son más que sombras de la gran realidad, de la esencia de las cosas, que está en las ideas”. Así que, tanto el conocimiento como la inclinación, tienen que dirigirse a los prototipos, no a sus copias. Más aún: nuestros sentidos y nuestra mente han de usar las cosas como trampolín para llegar a las ideas.
Entonces, podemos concluir que el amor a lo que se es, a lo que se hace, a los que forman parte de nosotros, es hoy una rara virtud, que sin lugar a dudas siempre volverá en cada uno de nosotros con su más antiguo esplendor, y un hecho que trasciende mucho más allá de las clases sociales o las calidades de clasificación que utilicemos para de tipificar todas las categorías sociales que componen nuestro mundo, ya que para expresar ese sublime sentimiento, no es necesario que el ser humano domine cualquier estereotipo de comportamiento, postura, o conducta, o sea necesario sobresalirse en el dominio correcto de las palabras, para lograr expresar su pasión… Los actos por sí solos son suficientes.
¿Por qué habríamos de renunciar a los amores más ideales, si podíamos vivir en ellos del mismo modo que se vive un sueño? Es que la ilusión, es como un néctar: mantiene siempre encendido el deseo y la esperanza y ennoblece la vida. Si podemos idealizar la realidad en que vivimos, si cada uno puede tener para sí el más sublime y perfecto amor, ¿por qué íbamos a renunciar? Esa es la esencia del amor platónico: la disposición a idealizar al ser amado como encarnación del amor.
Pero: ¿podremos decir algún día qué es el amor, la más extraordinaria de las creaciones del hombre?
Creo que observando el tema de una forma abstracta, podría decirse que el amor es una manifestación de la bienaventuranza, y por ese motivo, no es fácil ponerle puertas al campo, ni señalar los límites del rey de los sentimientos… ¿Le parece que estamos de acuerdo?