Cada vez que la vida y su agridulce devenir no siempre armónico nos ponen en una encrucijada, Ju, seguramente no sabremos qué actitud tomar. Ese inconveniente nos deja parados en medio de un torbellino donde vemos caer a pedazos nuestros códigos y las supuestas seguridades que nos rodeaban. Según apunta la bula, -siempre en letras minúsculas-, en esos momentos es conveniente tratar de calmarse y pensar algo menos simple y complejo, como: ¿Podré recuperar lo bueno que se fue, remplazarlo, encontrar nuevas pautas y recomenzar un nuevo camino hacia la armonía? De las respuestas que se encuentre, dependerá nuestro futuro. ¿No es verdad?
En todo caso, del brete en que nos metimos, puede sobrevenir un “manifiesto” y una “manifestación”. Pero en este caso, cuando surgió el primero, este ya llevaba cosechadas más de 20.000 firmas. La segunda opción, reunió a un millar de personas el domingo 22 de mayo junto al Centro Pompidou, en París. El propósito era el mismo: denunciar el sexismo desatado en Francia tras la detención del ya expresidente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn (el popular, o impopular DSK), al ser acusado de intento de violación y abusos sexuales a la inadvertida camarera que entró a limpiar la lujosa suite donde él se hospedaba en Nueva York.
Por lo que se sabe, mi querida Ju, varias organizaciones de mujeres, entre ellas Osez le Feminisme y La Barbe, están detrás de las iniciativas. Casi todas sintiéndose “turulatas y estupefactas” por la catarata de “afirmaciones bastantes misóginas de otras personalidades públicas”, y por su vez, indignadas por frases que se refieren a lo ocurrido como: “meter mano a la criada”, “no ha muerto nadie” o “¿es un error que le gusten las mujeres?”, y creo que también debía haber aquellas que pensaron: ¿Por qué no fue conmigo?… Pero en fin, sobre estas no quedó registro de sus pensamientos.
Su indignación era por causa de las afirmaciones públicas de políticos e intelectuales, que en su momento el cronista Sol Gallego-Díaz ya censuraba y contextualizaba en el periódico “El País”, de España, horas antes de la versátil manifestación parisiense.
Los –mucho más, las- firmantes del manifiesto, denuncian que la detención de DSK ha provocado “una fulgurante subida a la superficie de reflejos sexistas y reaccionarios, tan dispuestos a surgir en una parte de las élites francesas”. Un “sexismo sin complejos” -machismo puro y duro, según algunas feministas- que no se toleraría en cualquier otro caso de discriminación.
Tus congéneres estaban airadas, Ju, pues según ellas, las afirmaciones vertidas “tienden a minimizar la gravedad de la violación”, y “envían un mensaje simple a las víctimas presentes y futuras: no denunciéis”, suscribieron los firmantes, añadiendo que 75.000 mujeres al año sufren este delito en Francia. Y que hay que dar un basta, ya.
En su intento de poner coto a las frases de disculpa hacia la presunta conducta de DSK, el manifiesto matiza que no se puede confundir la libertad sexual con la violencia de género, y recuerda que la violación es una expresión de esta última y un signo de “la voluntad de dominación de los hombres sobre el cuerpo de las mujeres”… ¿Será?… ¡Para mí, hay controversias, Ju!
El impetuoso comunicado concluye: “Las personalidades públicas que vehiculan los estereotipos que creíamos de otro siglo, insultan a todas las mujeres y a todos los que defienden la dignidad humana y lucha cotidianamente por hacer avanzar la igualdad”.
No en tanto, mi querida Ju, si mi memoria no me falla demasiado, sé que la sociedad francesa, como todas aquellas que viven en este momento crítico del mundo, se encuentra estacionada ante encrucijadas surgidas en medio de un derrumbe que va mucho más allá de lo puramente moral y económico, y que arrastra en un alud de barro muchas convicciones y formas de interpretar la realidad… ¡Una pena, Ju!
Tal vez es hora de actuar serenamente dentro de lo que se pueda, y no dejarse llevar por “impromptus” y extremos peligrosos… ¡Voilà, Ju!