Pensando en Ti


73-melancolia

No tenerte a mi lado, plétora de mi vida, es una manera de entregarme a vivir el paradigma de una muerte lenta y segura. Hoy me he transformado en un cartujo. Soy una hoja marchita de una flor que perfume ya no tiene, un patético despojo del huracán de pasión que un día pasó robándome el corazón.

Tengo certeza que de ahora en más, por doquier que vaya con mis glorias y congojas, las calles me recibirán haciéndome mil preguntas. Extrañarán no vernos pasear de manos dadas por sus esquinas. Sus ensombrecidas puertas, ventanas y balcones ya no vigilarán con su valor aprensivo nuestros besos y murmullos de amor repletos de promesas. Les extrañará no escuchar el eco de nuestros pasos, lentos y pánfilos, resonando sobre los adoquines y las baldosas, ni nos verán detenernos reservados bajo un farol mientras nos entregábamos al idilio de nuestra pasión.

En ese mundo de taciturnas visiones infernales que hoy habita dentro de mí desde que te has marchado, cariño mío, únicamente mi ángel de la guardia dulce compañía, vigila mis horas de dolor desde algún dintel o marquesina donde sentimental anida, para quizás en algún momento acercarse a mí, susurrándome que de hoy en adelante, el umbral de esta puerta sólo Dios lo traspasará.

En el mar de la duda en que hoy bogo, ya no sé más lo que creo y sostengo; pero, eso sí, durante las noches, mis eternas noches en vela, cuando entonces miro el cielo, en el fondo oscuro del firmamento veo mil estrellas temblar como ardían tus pupilas de fuego, y se me antoja posible subir en un vuelo mágico para abnegarme a su luz, y con ellas fundirme en un beso.

¿Será verdad que cuando toque el sueño con sus dedos míticos mis ojos, de la prisión que hoy habita huirá mi espíritu en vuelo presuroso?

Hipnotizados


45-hipnotizados

No es de admirarse que ya nadie se enamore de nadie. En todo caso, cuando nos roza un proyecto rudimentario de eso que los famosos estudios de Hollywood suelen llamar amor, entonces alguien menciona el futuro y de repente se nos cae la estantería. No exclusivamente a mí. Me refiero a todos los que gozan del amor despabilado y simple, no el de los peliculones azucarados de Hollywood ni el de los llorosos culebrones mexicanos o turcos sino el posible, el de la cama monda y lironda.

Nunca ha sido confirmado que los ángeles no hacen el amor, pero no por eso ha de significar que ellos no lo hagan de la misma manera que los mortales. A pesar de que existe otra versión, también no confirmada pero sí más verosímil, la cual sugiere que si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos por la mera razón de que carecen de los mismos, ellos lo celebran en cambio con palabras, vale decir, con las apropiadas para casos celestiales.

Esto hace posible imaginar que cada vez que Ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos transparencias tanto galácticas como terrenales, empiezan por mirarse sin llegar a hipnotizarse, cuando no pierden oportunidad para seducirse y tentarse mediante el intercambio de miradas que, por supuesto, han de ser angelicales.

Considero, por tanto, que sus palabras se cruzarán de manera repentina como meteoritos que caen del cielo, pero a su vez acariciantes y suaves como si fuese una brisa de primavera. A más, las frases que ellos intercambien han de impregnarse de una condensación idílica cuando, aquí y allá, entre nubes de nieve y algodón, circularán el aire y su expectativa.

Por otro lado, aquí en la tierra, existe gente que con sólo decir una palabra enciende la ilusión y los rosales; que con sólo sonreír entre los ojos, nos invita a viajar por otras zonas, a otros cielos, y nos hace recorrer toda la magia.

Son ese tipo de personas que solo con darnos la mano rompen la soledad, nos interrumpen la respiración, hacen nacer mariposas en el estómago, coloca guirnaldas en el espíritu y su voz genera una sinfonía de entrecasa. Tan sólo con abrir la boca nos llega hasta los límites del alma, alimenta una flor, inventa sueños, nos hace tararear la canción del ensueño y se queda después, como si nada.

Tal vez sea por esto que uno se va de novio con la vida desterrando una muerte solitaria, pues sabe que a la vuelta de la esquina hay gente que es así, tan necesaria.

Lluvia


36-lluvia

Estoy convencido que existen personas que con solo abrir la boca y decir una palabra encienden la ilusión, que logran llegar a todos los límites del alma, que alimentan una flor, inventan sueños, las que de repente hacen cantar el vino en las tinajas, y permanecen después, serenas, como si nada.

Lo cierto de todo ello, es que cuando al fin percibimos que queremos pasar el resto de nuestra vida con ese tipo de persona, deseamos que ese resto de nuestra vida comience lo antes posible.

A mí me gusta llamarlo de amar lo sublime, de festejar los detalles simples, con la misma transparencia de advertir las cosas que me envuelven con el resplandor de una lluvia que cae y desaparece… No de aquella lluvia que cae como catarata agrupada en una sola gota opaca y pesada.

Diría, más bien, que es un amor que surge como camino mojado por las aguas de fines de Marzo, otoño que brillará entonces como si fuese cortado en luna llena, en plena claridad de la madrugada, en mitad de una fruta madura, en una boca suplicante elevada a la luz de la luna.

Un sentimiento que será igual como lo es el agitado mar que para las calles hace correr precipitada la vaga neblina del amor como aliento de animal que fue encerrado en el frio, para luego ver las desplegadas lenguas de agua que se acumularán en las alcantarillas del camino, prestes a cubrir ese mes que a nuestras vidas prometió la eterna floración de primavera.

Contigo presa en mi alma, he de volar en ese tiempo, dulce amor de mi vida, sin alas, sin dudas, pero como si fuese águila guerrera, y entonces me he de inclinar sobre el fuego de tu piel de durazno maduro, de tu frágil cuerpo nocturno sin estrellas pero con miles de pecas y lunares, y no apenas amaré entonces tus senos y tu vientre como si amase ese nuevo invierno que se ha de diseminar como niebla en tu sangre, sino tu alma entera.

Tú y yo, entonces, ya no necesitaremos zapatos ni caminos para recorrer esta tierra, errantes, para echar raíces de amor en la noche.

 

Te Llamaré Vida


17= te llamo vida

Cuando tú requeriste, con voz severa, que nunca más te llamase Gaby, tu nombre, necesité expresar, decepcionado, que eso sería imposible, pues era para mí una designación cariñosa por la cual te identificaba como planta, flor, piedra, joya o vino, de algo que nace de la tierra para durar eternamente.

No era más que un nombramiento dentro de una palabra encerrada y de cuyo crecimiento de pocas letras amanece y florece la dicha como botón de jazmín en primavera, o de cuyo estío revienta la luz de los cerezos en flor.

Escasas letras que en oídos perceptivos y apasionados habrían de sonar como remansos de un río que corre perene sin detenerse, tortuoso reguero de aguas serenas que en mi corazón ardiente desemboca y nutre.

Violeta coronada de espinas, nombre de enredadera que florecisteis en mi jardín, de cipos canasteros de una pasión incontenida, hiedra de madreselvas y soto de malvones que anunciaban a mil voces la fragancia del mundo, recordad que el delicado ramillete de amores y cariños que te entregué un día, tu abrupta indiferencia lo has convertido ahora en ramo de sombra y flores marchitas junto al frio silencio nocturno.

Tu infame desidia lo ha convertido a exprofeso en un manojo florido sin fragancia que más se iguala a piedra con espuma, a sortilegios de espinas como espadas, a corona de cólera y estrellas sin puntas, a luna sin brillo, a una playa sin mar, a día sin sol.

Lo cierto es que ahora tremió la noche pavorosa sobre mi alma, y la aurora ya no llenará todas las copas con su embriagante vino, ni el sol reinará mis días con su presencia ardiente. Fui herido de muerte sin comprender que había encontrado el amor en tu territorio de besos y volcanes.

Te permito que dudes si son de fuego las estrellas, que el sol se mueva, que la luna sea de plata o que la verdad sea mentira, pero no desconfíes jamás lo cuanto te amo.

 

Exuberancias


16- exuberancia

Sería oportuno que se estableciera cuanto antes, en que fecha cumplen su mayoría de edad los vicios menores; no obstante, de cara a los desenfrenos que causa la pasión, me sobrevenga una duda: ¿quién jamás ha puesto al huracán del amor ni yugos ni trabas, ni quién el rayo del deseo detuvo prisionero en una jaula?

Está probado por a más be, que yo alcanzo el éxtasis de mis utopías ante una impactante presencia de coloraciones surtidas, fusionadas en una amalgama entre cal y fango, entre madero y guijarro, entre metal y cristal, entre sangre seca y rezos de plegarias, entre imágenes ya esculpidas y rostros cobrizos donde tú no estás.

Es a causa de ello que, consternado por la distancia que nos separa, ruego al santo pajarillo que canta plegarias al amor, tan sólo un favor: vuela hasta la lucera de mi velada amada y entrégale en mi nombre el requiebro de tus trinos, y omite revelarle a la diva de mis ilusiones que por aquí yerran mis más resignadas reflexiones. Entretanto, en cuanto no vuelves con tu trino, me entregaré a indagar los sucesos de una época que probablemente jamás volverá.

Entre las mil aflicciones que me atosigan el alma, debo admitir que el leve roce de su beso fresco sobre mis labios de jaspe, su dócil caricia afectuosa sobre mi piel deslucida, o el más exiguo susurro que ella dispensa en mi oído como gemido de amor en flor, despiertan y provocan en mi alma una exuberante cascada de emociones expectantes que me conducen a la puerta de la locura.

Esa hechicera luz que irradian sus lindos ojos color de melaza azucarada, es la que ahora sirven para iluminar mi pedregoso sendero, permitiéndome distinguir con claridad la flor de esa niña mujer que, callada, habita dentro de mí.

Sus largos cabellos dorados son como largas espigas de trigo maduro que se mecen con la caricia del viento… Pero cuando me besas, ¡oh!, cuando tú me besas, mi linda niña, miles de mariposas de colores aletean agitadas en mi mente y me transportan irreflexivo hasta la punta del delirio.