Elección


110-eleccion

Supongo que usted no imagina en lo más mínimo, todo lo que provoca en mí su susceptible mirada de ángel. Así como tampoco desconfía todo el delirio y ese desborde de emociones que me impulsa hacia el infinito, cuando veo en su hermosa boca delinearse esas sublimes curvas que tanto me hechizan.

Usted, ciertamente, es de ese tipo de alma candorosa a la cual me dan enormes ganas de asomar mi espíritu, al igual como me aproximo con ojos en delirios a una ventana llena de sol en el invierno.

Considerando los desvaríos que su presencia me causa, dama de mis sueños, opto por amarle en silencio, porque es justamente en el silencio donde no he encontrado rechazo siempre que he dado formas reales a un fantasma que me cautiva.

También he escogido amarle en soledad, porque se ha tornado evidente para mí, que en mi parco desamparo usted sólo a mí me pertenece.

Igualmente he elegido adorarle a la distancia, porque es en vano yo querer luchar contra un libro abierto donde sólo alcanzo a leer sus pupilas entre las letras, y descubrí que es en la distancia donde logro protegerme del dolor.

Por ser usted como una ola gigante que el viento riza y empuja en el mar de mis delirios, elijo besarle en el viento, porque he percibido que el viento es más suave que mis labios, nube de dolor.

A causa del eco de un suspiro que conozco formado de ese aliento que ya he bebido en otros días, elijo tenerle abrazada en mis sueños, porque al igual que una nota de lejana música, mis sueños no tienen fin.

Mi adorada de un día, cariñosa mujer, tal vez nos volvamos a ver cuándo el destino tenga ganas de juntarnos. Mientras tanto, se feliz bajo ese sol que ilumina tu sendero.

Volvió


43-volver

Había sido un sujeto optimista y animado que un lejano día partiera ilusionado en busca de su destino, sin saber a lo cierto cuándo lograría volver, y sin suponer si realmente alcanzaría a ver otra vez el refulgente sol y el amplio cielo como mar de su tierra.

Sin embargo, cierto día volvió. Pero regresara con una inmensa sombra gris en el alma, con el corazón hecho más de mil harapos a causa de ese tipo de desdichas gratuitas que nos dona la vida. Volviera con el espíritu doblado por la congoja, tal cual se doblan a veces las sensibles ramas del sauce cuando lo castiga el viento invernal.

Retornó con una triste mueca que hacía más de quince años había sido sonrisa. Ese tipo de gesto infortunado que muchos dirán que oscila entre la desdicha y el agobio. No obstante, haciendo frente a su trance fortuito, él ni siquiera había aprendido a sentir melancolía. Mucho menos rabia.

La esencia de su problema radicara en que un día su espíritu no aguantó más ni el dolor ni la alegría planificada, esos tipos de gestos característicos que son obligatorios por decreto, con fecha fija.

Hoy noto su ascético cuerpo deambular por las calles de mi barrio tal cual un ser alado, aleteando por ahí entre las sombras de los árboles como si él fuese un Ángel de la Guarda, misógino y silente, y a su vez como un Ángel de la Muerte, viudo y tenebroso.

Una y otra vez lo saludo y él me responde siempre con una sonrisa, un cabeceo conformista y una mirada de otoño casi a la puerta del invierno, lacrimosa, como suele ser de costumbre a esa edad, pero eso sí, inteligente.

Por veces paramos para conversar sobre amenidades, pero noto que nuestras palabras se cruzan, vertiginosas, como si ellas fuesen meteoritos, o acariciantes como copos de nieve. Las sujas son apenas sílabas que se impregnan de rocío y, aquí y allá, entre cristales de nevada, circulan el aire y su expectativa.

A pesar de ello, de tanto mirarlo y observar sus gestos, me he dado cuenta que el ambiente, la gente en las calles, la tristeza o el regocijo en los rostros de la muchedumbre, el sol o la lluvia sobre las multitudes, lo cansan con su entusiasmo fingido y sus fallas de sintaxis.

Pequeños Deseos


18 - pequeños deseos

A veces me parecías niña, a veces divino ángel y a su vez demonio, fragancia de flor antes de marchitar, pero siempre, siempre, una gran mujer. A veces te creía fruta o pan de miel, jazmín en flor o rosa desabrochada… Otras veces, en días de lluvia, quizás todo a la vez.

Oh, mujer alada de mis desvelos y letargos, estopín de mil delirios y emociones, miscelánea de milagro y mar, melancolía y maravilla a la vez, espuma de mar que muere letárgica en la arena, alma dura como un junco de bañado que el viento adverso sacude y dobla pero nunca quiebra, pero siempre siempre mía.

Ruego que me enseñes a jugar como tú, que ilusionas, pero no te ilusionas; que enamoras, pero no te enamoras; que rompes corazones pero nadie logra corromper el tuyo. Enséñame el amor, que ya bastante herida está mi alma como para soportar otra caída más…

Mi problema no son los sueños, me gusta soñarte. Mi problema son los amaneceres, el despertar y no tenerte, el abrazar la nada… Ese es ciertamente mi problema, soñar contigo y despertar si ti.

Hoy, por no tenerte a mi lado, tengo los días hechos de pequeños deseos, de vaporosas nostalgias, de perpetuas ilusiones, repletos de silenciosos recuerdos y melancólicos desconsuelos.

Lo único que mi mente turbada alcanza a imaginar ahora, es vivir un tiempo sin tiempo, desvestido de edades, miedos, desconfianzas, conceptos y expectativas.

Un indescifrable tiempo donde apenas solamente ser sea posible; y así, como las Juanas y las Marías, yo no pierda la extraña manía de tener fe en la vida.

¡Apague la Luz! La Penumbra Hace Mal


Hasta el presente día nunca he dejado de preguntarme cuál sería la razón que, tal cual una diabólica seducción insondable, nos conduce casi de ojos cerrados hacia ciertas ocurrencias. No sé, pero tampoco tengo inconveniente en creer que cada uno tiene su propio ángel custodio; si bien que, al mismo tiempo, juzgo que tenemos un demonio familiar yuxtapuesto.

Fundo tal empeño en que no quisiera, por nada del mundo, considerarme un ser excepcional, pues yo sé que tengo uno… Quiero decir de esos demonios, que, aunque jamás lo vi, por supuesto, igual me guio por la evidencia que las mismas circunstancias me proporcionan.

No hay duda de que ese ente siniestro existe, y, como es maligno, me lleva a escribir esta clase de cosas… ¿Qué cosas son éstas?, preguntarán muchos. Pues nada: esas noticias bisoñas que dos por tres salen en los periódicos y revistas del orbe.

Le parecerá al lector que falto con la verdad en lo que digo, pero bastaría para saciar su disimulo cuando se entere de vez lo que menciona un reciente estudio que fue publicado por el “Instituto de Investigación del Cáncer” de Londres, ya que según ellos, el hecho de dormir en una habitación con mucha luz puede llegar a incrementar el riesgo de obesidad en las mujeres, lo que también significaría un “factor de riesgo” para el cáncer de mama… Además, de acuerdo con la voluble opinión mi vecino, de ser un elemento más que compone la irritabilidad y neurastenia de ellas por las mañanas.

Pues agregaré que para llegar a tan sabia conclusión, los científicos analizaron los hábitos de un amplio grupo de mujeres de cuarenta años en adelante, con la sana intención de identificar las causas del cáncer de mama… Lo que de por sí es loable.

Por tanto, el referido trabajo ha sido financiado por la organización británica de lucha contra el cáncer de mama “Breakthrough Breast Cancer” y se ha publicado en la revista estadounidense “American Journal of Epidemology”; y así, los doctos detectaron que 113.000 mujeres que dormían con una alta exposición a la luz, terminaron por sufrir un aumento de su índice de masa corporal y de su talla de cintura, si bien hay que aclarar que ellos no pudieron determinar la causa de esta relación.

Tan deletéreo hallazgo fe el que llevó al investigador Anthony Swedlow, a afirmar: “La asociación que hemos visto entre la exposición a la luz durante la noche y la obesidad, es muy intrigante… No podemos decir todavía cuál es la razón de esta relación, pero los resultados dejan abierta una futura investigación muy interesante”… Quizás la de descubrir si las dentaduras postizas tienen alguna relación directa con esta balumba corporal de ellas.

En todo caso, según el mencionado estudio, todo lleva a creer que el metabolismo de las féminas está afectado por “ritmos cíclicos del cuerpo” vinculados a los hábitos de dormir, caminar y exponerse a la luz… Y a lo mejor, por ventura, a la falta del pecaminoso ejercicio a dos en la horizontal.

Claro que eso último no ha sido señalado, pero por su parte, la doctora Emily McFadden, coautora del estudio, llegó a apuntar que la relación entre dormir con mucha luz y ser obeso, se apoya en investigaciones anteriores sobre el impacto de la luz en el metabolismo, aunque insistió en decir que “es necesaria la realización” de nuevos estudios… Principalmente, sobre esa maldita falta de voluntad de ellas que siempre surge acompañada de un montón de disculpas efímeras.

Por ende, uno de los investigadores de esa asociación, afirmó que “es demasiado pronto para sugerir que dormir en la oscuridad ayuda a prevenir la obesidad, ya que ésta representa un factor de riesgo para el cáncer de mama, pero la relación es realmente interesante”…

Evidente que todas estas declaraciones nos deja con la impresión de que ellos no gastarán tiempo y dinero para confirmar lo que todo el mundo ya sabe: ¡Independiente de pasar la noche con la luz prendida o apagada, el hecho de dormir sin ropa puede dejar a la mujer embarazada!… ¿No es fantástico?

(*) Si le parece, de una vueltita por http://guillermobasanez.blogspot.com.br/ “Infraganti!!! Imágenes sin retoque”, un blog con algunas imágenes instantáneas del cotidiano. Mis libros están en el sitio: www.clubedeautores.com.br/carlosdelfante