Desamor


114-desamor

Vaya esa suerte mía, ya que tengo libertad para elegir como pensar, como pasar el tiempo que me resta y cómo afrontar la vida. Dicen que para una mente amplia, nada es pequeño en este mundo incrédulo.

Estoy cansado de amores fugaces. De ahora en adelante  buscaré solamente un amor que sea a fuego lento. Un amor en el cual sus besos sean como carbones ardientes que me traspasen y los pueda sentir en el alma.

Nunca más buscaré una persona perfecta para quererla a mi lado. Intentaré descubrir a quiera dedicarse junto a mí a hacer simplezas por la vida. A alguien que me trate bien y que le encante estar conmigo.

Usted sabe que en esta excursión hacia la muerte que es la vida, ya me sentí bien acompañado junto a usted, pero hoy me siento casi sin respuestas cuando imagino que allá lejos, allende del horizonte gris, quizás usted crea poco y nada en mis dogmas antes de dormirse, como quizás no le importe cruzarse fugazmente conmigo en los pasillos de mis sueños.

Quizás esté demás decirle que por su causa, a esta altura ya no creo en predicadores ni en ordinarios ni en oradores de oropel. Como tampoco creo en el arrepentimiento de los verdugos y los impíos, o en el doctrinario catecismo del conformismo de los abnegados, ni en el flaco perdón de Dios, ni en quien jura amor y luego se olvida.

A esta altura de la vida sólo creo en las manos que me tocan y en los ojos que me miran. En especial, diría que en vuestros ojos y en vuestras manos en particular, visto que toda usted es como la ambivalencia poética de la cicatriz, que tiene dos mensajes claros: aquí dolió, aquí sanó.

Pero como lo nuestro aun no sanó ni sanará tan fácil, brindemos ahora usted y yo por lo que fuimos y ya no volveremos a ser, por lo que me dio y le di, mismo que ninguno de los dos supiese percibir a tiempo que nuestro amor existió por lo que fue en su momento.

Brindemos asimismo por ese vuestro desamor y por la nostalgia del ayer, por ese orgullo que usted no abandonó y  por la insistencia que yo no supe guardar.

Dejémonos un beso final de los míos que usted no besó y  por sus besos que ya no besaré nunca más.

El Arte del Ilusionismo Bíblico


Evidentemente, hoy me veo obligado a realizar un proemio dactilografiado para informar al leído lector, que los primeros datos escritos y documentados sobre magia e ilusiones -no siempre perdidas- vienen de Egipto, y datan de hace más de 4000 Años. Un dibujo en la pared de una cámara mortuoria encontrado en la ciudad de Beni Hassan, trazado probablemente 2200 años antes de Cristo, representa a dos hombres dedicados a realizar con unos cuencos en forma de copa lo que parece ser un truco de ilusionismo. Los jeroglíficos indican la salida de algo de abajo de la copa y dan la impresión de confirmar que en una de las vasijas se encuentra una bola o algún pequeño objeto redondo, a punto de aparecer en forma mágica.

Por su vez, Henry Westcar, un oportunista aventurero británico, en 1825 descubrió el papiro Westcar, el primer documento que describe una función mágica realizada por el mago Dyedi en la corte real de Khufu (Keops). El papiro ilustra la categoría única y especial de la que gozaba el arte del ilusionismo. Según aquel texto, Dyedi era toda una leyenda entre los hombres. A éste se le atribuían ciento diez años de edad y unos apetitos geriátricos y sexuales que rivalizaban con los dioses. Su mera presencia inspiraba temor a los hombres normales. Cuentan que hasta el faraón omnipotente solicitó que compareciese ante él… Puede que interesado en saber cómo él hacía para vivir tantos años sin trabajar y engañando a los demás… Pura ilusión.

Como sea y fuere, en tiempo presente, la gran mayoría de bípedes pensantes que ha estudiado catecismo algún día, sabe que Jesús Cristo era una persona bastante diferenciada según lo indican los textos bíblicos que han sido dados a conocer. Él podía, por ejemplo, caminar tranquilamente sobre el agua, multiplicar los peces, hacer resucitar a cualquiera y otras cositas más dentro del ámbito del Ilusionismo. Sin embargo, un nuevo texto que ha sido dado a conocer, revela que Él tenía -al igual que David Copperfield- un poder aún más sorprendente para solazar la platea.

Datado de 1200 años atrás, un antiguo texto egipcio fue encontrado recientemente puede -por supuesto que con la previa venia del Vaticano- mudar la historia del cristianismo. Es que en él aparece narrada parte de la vida y de la cruscificación de Jesús, conteniendo algunas informaciones que pueden mudar completamente los conceptos ya conocidos y ventilados… Los mismos que hacen que mucho caigan hincados de rodillas juntas frente al altar.

Escrito en lengua copta, la que actualmente se preserva exclusivamente como lengua litúrgica en la Iglesia ortodoxa copta, el texto describe, por ejemplo, a Poncio Pilatos como un discípulo fiel y no como un traidor. Según el texto, él tendría ofrecido su propio hijo para ser sacrificado en la cruz en lugar de Jesús Cristo.

Con todo, la parte más sorprendente del texto es un relato que envuelve Jesús y Judas. Según el texto, el segundo tuvo que besar el Mesías para identificarlo a los romanos. Eso porque, según el texto, Jesús Cristo era capaz de modificar su apariencia.

“Entonces los judíos le dijeron a Judas: ¿cómo lo prenderemos si él no tiene una forma única, y su apariencia muda? Algunas veces es negro, otras es blanco, otras es rojo, algunas veces tiene el color del trigo, algunas veces es amarillo… Algunas veces es joven, otras veces es un hombre viejo”, menciona el texto en cuestión.

Otro asunto de la Biblia tradicional que es mudado en el texto, dice respecto al día en que Jesús fue preso. Hasta el día de hoy se acredita que eso tendría acontecido un día jueves. Empero, de acuerdo con el texto egipcio, el Mesías fue llevado a la prisión un día martes. Las fechas, claro, tienen relación con la celebración de la Pascua.

El responsable por traducir los textos egipcios es el profesor Roelof van den Broek, de la “Universidad Utrecht”, de Holanda. Según él -ya de ojo avizor para no ser excomulgado-, es posible que los hechos no tengan ocurrido exactamente como son descritos, y sí que estos sean relatos colectados sobre lo que las personas de la época pensaban sobre Jesús.

Puede el amado y mesiánico lector imaginar que tal atracción acaba aquí. Está rotundamente engañado. En realidad, este texto también no existe y yo mismo no estoy aquí, digitando nada para eruditos eyacular pieguices… ¡Sacrosanto asunto!

(*) Libros y e-book disponibles en: Livraria Saraiva: http://www.saraiva.com.br; Livraria Siciliano: http://www.siciliano.com.br; www.clubedeautores.com.br/carlosdelfante; y en: Plataforma editorial Bubok: www.bubok.es/