Qué quiere que diga, si hojeando la biblia encuentro en Mateo 17:20, que Jesús dijo: “Muchos creen que la Fe para Mover las Montañas, no se puede obtener”. Sin embargo esta fe no es algo fenomenal, sino más bien una Fe persistente, una Fe que se sostiene y que no se debilita bajo las pruebas. Es una Fe que rechaza el testimonio de los sentidos naturales y mira a la “Palabra de Dios” como la única evidencia suprema de que algo es verdad o no.
Así es la fe sencilla del grano de mostaza, que Cristo dijo que era suficiente para mover montañas… Como sea, lo que se ve y nota hoy día, es que en lugar de mover montañas, lo que ahora se mueven son montículos de tierra.
Pienso que es así, luego de enterarme que el pastor presbiteriano canadiense Hyeon Soo Lim, de 60 años, fue condenado en Corea del Norte a prisión perpetua y obligado a realizar trabajos forzados. Este mismo individuo llegó a afirmar en una entrevista que concedió a la “red de televisión CNN”, que todos los días cava agujeros en un establecimiento penitenciario en el cual es el único recluso.
Además declaró que le costó bastante tener que adaptarse a esa nueva vida después de sufrir condenación el mes pasado por una supuesta tentativa de querer derribar el régimen que gobierna Pyongyang.
“Como nunca fui operario, entonces al inicio estos trabajos me resultaron muy duros”, alcanzó a explica Lim en la entrevista que fue grabada en un hotel de Pyongyang. Vestido con un traje gris de presidiario y marcado con la matrícula “036” -un bonito y cabalístico número para jugar a la quiniela-, Hyeon Soo Lim, con la cabeza raspada, llegó al cuarto y fue conducido enérgicamente a su asiento por dos militares norcoreanos de gestualidad mecánica. Luego los dos guardias dejaron el aposento.
Lim, que nasció en Corea del Sur pero que habla y entiende inglés, explicó que le pidieron que realizase la entrevista en coreano, lo que llevó al reportero a pensar que sería estrechamente vigilado.
El caso es que Lim fue detenido en enero de 2015 por las autoridades norcoreanas después de él entrar al país a partir de la frontera China. Con todo, los hechos concretos que sustentaron la acusación nunca fueron debidamente esclarecidos.
Según la Iglesia presbiteriana coreana la “Luz de Toronto”, donde él actuaba, Lim estaría realizando una misión puramente humanitaria en Corea del Norte. Era un hombre que ya estaba acostumbrado a realizar ese tipo de viajes al país del norte, donde actuaba principalmente en orfanatos.
Por su vez, Pyongyang afirmó que Lim había reconocido todas las acusaciones que pesaban contra él, incluyendo haber “difamado abominablemente” el sistema y el líder supremo norcoreano… Lo que de por si no es nada del otro mundo.
Mismo así, durante la entrevista a la CNN, Lim explicó que es obligado a trabajar ocho horas diarias, seis días por semana, y que su trabajo consiste en cavar agujeros en una huerta… Lo que hace creer que allí se cumplen estrictamente las normas que rigen las jornadas laborales internacionales.
Además, él afirma que también recibe tratamiento médico, tres refecciones diarias, y que espera obtener pronto la biblia que pidió… “Todos los días rezo por este país y por su población, rezo para que el Norte y el Sur se reunifiquen, para que una situación como la mía no vuelva a acontecer nunca más”, declaró, satisfecho, porque si ese milagro suceder, no necesitará mover una montaña de lo que sea.
Lo cierto, es que Pyongyang encara los misionarios extranjeros con gran sospecha, no obstante permita algunas actividades humanitarias en el país. Sin embargo, por su parte, Canadá condenó el mes pasado la pena “excesivamente severa” que fue aplicada contra su conciudadano.
No olvidemos que cierto número de religiosos cristianos, en su gran mayoría norteamericanos de origen coreana, fueron detenidos en Corea del Norte en los últimos años. Algunos de ellos pudieron retornar a su país después de la intervención de políticos americanos de alto escalón.
Esto me induce a pensar que el día que Lim recupere la libertad querrá recuperar también el tiempo perdido con la palita, palabras estas insensatas entre las que más lo sean, expresión absurda con la cual suponemos engañar la dura realidad de que ningún tiempo perdido es recuperable, como si creyésemos, al contrario de esta verdad, que el tiempo que juzgábamos para siempre perdido hubiera decidido quedarse parado detrás, esperando, con la paciencia de quien dispone del tiempo todo, que sintiésemos su falta… ¡Pura falta de fe!
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