Solamente para efectos de esclarecimiento del más irresoluto lector -principalmente los que se encuentran al borde de la tercera edad o dentro de ella-, es importante avisar que las plataformas en Internet que facilitan la comunicación entre personas de una misma estructura social se denominan servicios de red social.
De hecho, lo que comúnmente denominamos de “red social”, no es más que una estructura social compuesta por un conjunto de actores -a veces peripatéticos- que bien pueden ser individuos u organizaciones que están relacionados de acuerdo a algún criterio determinado, donde se incluiría la relación profesional, amistad, parentesco y demás etcéteras.
Los perseverantes estudiosos del tema inalámbrico en cuestión, afirman que el tipo de conexión representable en una red social no pasa de una relación diádica o lazo interpersonal que normalmente se representan simbolizando los actores -no todos ellos amateurs- como nodos y las relaciones como líneas que los unen.
Teniendo en cuenta lo antedicho, diversas investigaciones han mostrado que las redes sociales constituyen representaciones útiles en muchos niveles, que van desde las relaciones de parentesco hasta las relaciones de organizaciones a nivel estatal, (en este caso las redes políticas), y han pasado a desempeñar un papel crítico en la determinación de la agenda política y el grado en el cual los individuos o las organizaciones alcanzan sus objetivos o reciben influencias -aunque a veces perniciosas.
Estos mismos estudiosos cuentan que la red social también puede ser utilizada para medir el capital social, es decir, el valor que un individuo obtiene de los recursos accesibles a través de su red social, no obstante muchos extrapolen en sus comentarios o sean gente sin noción.
Un ejemplo de lo asentado recae sobre una mujer norteamericana que acabó siendo condenada a un año de prisión por marcar -no muy afectuosamente- a su cuñada en “Facebook”, después que una jueza determinara que ella había violado una orden anterior de restricción… O sea que la pelotera entre ellas era cosa vieja y ya venía de lejos.
Dejando de lado esas comunes grescas y trifulcas entre familiares políticos o carnales, lo cierto es que en este caso específico una jueza de condado decretó que María González violara una “orden de restricción” cuando marcó a su ex cuñada, Maribel Calderón en la famosa red social.
El abogado de González argumentó que esas órdenes no especificaban el tipo de comunicación que estaba prohibido, pero la jueza decidió que la comunicación vía Facebook tenía el mismo peso que un “e-mail”.
En una de las publicaciones, María González llama a Calderón de “estúpida”, en cuanto en otra publicación, ella dice: “Vos y tu familia son unos enfermos: … ¡¡¡Tienes que venir con más fuerza de lo que lo has hecho!!! Yo estoy muy por encima de vos, pero creo que ustedes todavía no se dieron cuenta de ello”.
Sin embargo, según afirmó la jueza, Calderón tendría recibido por lo menos una de las publicaciones en que fue marcada vía Facebook.
Relatar problema
En un artículo para el periódico “Huffington Post”, Matthew Stengel, Defensor Público de la Ciudad de Nueva York, explica lo siguiente: “Un sabio consejo jurídico recomienda que es mejor pecar por exceso de prudencia cuando se trata de una orden de restricción. Desobedecer ese tipo de orden es lo mismo que desobedecer a un juez”.
De acuerdo con Stengel, un comentario por más simple que sea en Facebook o en “Tweet” pueden parecer inofensivos o hasta mismo algo bobo. Pero si esos medios de contacto de las redes sociales o cualquier otro medio electrónico fueren direccionados a una persona que está protegida por una orden de restricción, eso puede resultar en un proceso criminal, por lo que lo más aconsejable sería no marcar ni curtir cualquier publicación que sea, así uno evita arrepentimientos futuros.
Opino que donde tanta gente se ha reunido por una razón ya de todos conocida, no es lícito, o quizá sea impropio, o poco delicado, ponerse a manifestar ignorancia, puesto que algunos podían ofenderse, ya que nunca se sabe cómo va a reaccionar la sensibilidad y la pituitaria medianamente delicada de los otros… ¿Cómo vamos tener la certeza de ello, si nuestra propia sensibilidad se comporta de manera tantas veces imprevisible para nosotros, que creíamos conocerla?… ¡Improcedente!
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