Entre Energúmenos y Birgulinos Muertos


Cuando escucho que alguien habla en “Actitud Salvaje”, luego pienso en un colectivo cultural nacido en Barcelona, España. Es allí donde sus miembros representan desde sus diferentes disciplinas y experiencias, la fuerza y la creatividad necesarias para ser un potencial referente… Más o menos bestial.

No siendo justamente esto lo que aquí se aplica, luego pienso en “energúmeno”, ya que esa es la palabra que suele utilizarse para referirse a una persona violenta, furiosa o fuera de sí. Con todo, dicho término ya se utilizaba desde la antigüedad para hacer alusión a todos aquellos que se comportaban o reaccionaban de un modo fuera de lo normal, ya que su significado etimológico hace referencia al “poseído o influido por un espíritu o el demonio”.

Por tal motivo muchos pasaron a ser llamados “energúmenos” porque padecían enfermedades como la epilepsia, algún tipo de dolencias neurológicas como por ejemplo la “Corea de Huntington”, más conocida popularmente como “Baile de San Vito” -que no es un simple vals ni la Corea del Norte-, la esquizofrenia u otras enfermedades mentales, ya que se tenía la creencia -de pura ignorancia nomás- que algún espíritu maligno o el propio diablo los había poseído, pues la conducta de algunos de esos enfermos se volvía violenta o se comportaban de manera exaltada. Por ende, durante un gran periodo de tiempo en el cual la religión dominaba todos los ámbitos, a los (mal) llamados energúmenos incluso se les negaba pertenecer a comunidad de fieles alguna, además de no administrarles los santos sacramentos, a no ser que estuvieran en peligro de muerte, que entonces se acompañaba de su correspondiente exorcismo.

Tal y como fue evolucionando la ciencia y se supo que nada tenía que ver dichas dolencias o comportamientos con posesiones, demonios o espíritus malignos, el término “energúmeno” quedó asignado simplemente a los que tenían conductas furiosas y actuaban de mala manera y sin educación.

Encontrada la explicación, lo que tenemos hoy día es una mujer de Malasia que ahora necesitará arrepentirse eternamente de sus actos energúmenos. Por lo menos eso es lo que piensan las personas próximas a ella. No obstante, en su caso en particular, no se debe al asesinato completo de alguien o cosa por el estilo. Aconteció en parte, nada más.

Más explícitamente, su historia comenzó cuando a ella le sobrevino un pensamiento pervertido. Como en un primer momento resolvió dar un “trato especial” a su marido, se le antojó que ambos harían sexo pesado y salvaje en su propia casa. Pero resulta que se le fue la mano y las cosas pasaron el límite de lo aceptable. Sucede que el acto sexual fue tan, pero tan pesado, que tal incontinencia terminó decepando el pene del hombre… No necesariamente por causa de los esfuerzos labiales inferiores, por supuesto.

Es que en medio a los juegos de sexo, la intensidad con la cual lo hacían llevó a que el hombre sufriese ese accidente doloroso e inesperado. En la hora de hacer una “actuación teatral especial” en la cual la mujer pretendía “penalizar” a su marido, ella tuvo una pésima idea: incluir un cuchillo en los divertimientos.

Evidente que el entusiasmo terminó por costar muy caro al libidinoso marido. Resulta que al dar un embiste más violento, él terminó amputando completamente su miembro colgante inferior llamado popularmente de pene. En seguida los dos corrieron a un hospital y allí los profesionales de la salud ajena no consiguieron acreditar en lo que estaban escuchando.

Por cuenta del nivel de la condición jocosa causada por la situación, el hospital de la ciudad de Batu Kiker prohibió que sus funcionarios filtrasen cualquier información del caso para cualquier fuente externa. Mismo así, a pesar de no tener el pene decepado en un crimen, el hombre tuvo que prestar satisfacciones a la policía, cuando el caso salió a ventilarse. Su declaración se debió a que, por cuenta de la “actitud salvaje”, él estaba con el cuerpo completamente cubierto de diversos tipos de magulladuras, todas fruto del sexo incontenido.

Para suerte -o sería menos azar- del hombre en cuestión, los médicos actuaron rápidamente y consiguieron reimplantar el “birgulino”. Sin embargo, la pareja, ahora, además de necesitar bajar la temperatura en la hora de sus prácticas sexuales, tendrá que conformarse con un largo período de abstinencia hasta que el miembro de la víctima vuelva a estar completamente curado.

Por tanto, luego del dramático malabarismo ilusionista para exhibir pruebas cabales sobre la estupidez humana y su incontrolable obsesión por practicar lujuriosos momentos, reitero que el Hombre es una “cebra rayada” que jamás llegara a ser un “gato de ajedrez”, historia ésta que contaré en otra oportunidad… Mientras tanto, ¡sálvese quien pueda!

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