La Juventud de hoy Debería Leer Dickens


Aprovechando la efeméride, destaco que dentro de pocos días se celebra el bicentenario del nacimiento de Charles Dickens, el genial escritor inglés que fascinó a varias generaciones con sus relatos colmados de comedias y desventuras, de risas y llantos. Fue un gigante de la literatura que en cierto sentido parece ser uno de sus propios personajes.

La historia registra que Dickens nació en un hogar relativamente próspero que por infortunio rápidamente se deslizó hacia la pobreza, con lo que se produjo algo que golpearía para siempre al futuro escritor: la prisión por deudas de su padre.

En pocos años, el joven Dickens pasó de una infancia feliz a una existencia penosa: a los 12 años trabajaba 12 horas al día en una fábrica, donde le pagaban apenas algunas monedas y de la cual salía agotado y bañado de mugre.

Pero Dickens estaba decidido a salir adelante y a pesar del pésimo manejo del dinero que hacía su padre, contaba con su apoyo y con el de su madre. Ambos progenitores insistieron en mejorar su educación a cualquier costo y le consiguieron un empleo de oficina, del cual pronto derivó hacia la taquigrafía, el periodismo, la crónica parlamentaria y otros escritos que empezaron a rendirle cada vez más dinero.

Con “Pickwick Papers” publicado cuando tenía tan solo 24 años, saltó a la fama y avanzó como dando zancadas, de triunfo en triunfo. De ahí en adelante, su ascenso fue fulgurante y cobraba prácticamente lo que deseara por sus obras. Puede afirmarse que llegó a tener una riqueza que hoy equivaldría a varios millones de dólares.

Explorando su genialidad y la agudeza de análisis que le permitía criticar con humor a la sociedad, siendo un habitué de los pubs, cuentan que situó parte del romance “Nuestro amigo común” en el pub “Trafalgar Tavern”, en Greenwich, Londres.

Cuando murió en 1870, era famoso mundialmente y ya hacía doce años que vivía en Gad´s Hill Place, la casa que de niño había admirado, mientras paseaba con su padre, quien le aseguraba que si trabajaba duramente algún día podría habitarla.

A su muerte, Longfellow escribió: “Yo nunca supe de la muerte de un autor que causara un duelo tan general. No es una exageración decir que todo el país está golpeado por el dolor”. Puede agregarse que fue más que toda Inglaterra: ocurrió lo mismo en todo el mundo civilizado.

Aprovechando el paso del tiempo, doscientos años después de aquel nacimiento no se puede dejar de reflexionar sobre la vida de aquel escritor que seguramente quedaría asombrado si pudiera asomarse a nuestro tiempo. Una persona cuya desventura personal profundizó su visión, afilando sus críticas sociales sin que dejara de lado su humor y su romanticismo.

Sin embargo, supo como superar los desafíos que la existencia le colocó en el camino, pero como dijo Edgar Johnson, “en esta tensión entre su éxito público y su insatisfacción profunda, en respecto del mundo que lo premió pesadamente, descansan el drama y la tristeza de su vida”.

Claro que no podemos dejar de lado que lo estamos avizorando desde la óptica del 2012 a partir un rincón cualquiera de esta aldea global. Por tal motivo, es válido pensar que este mundo de hoy,  muy probablemente le resultaría incomprensible.

Yo, el carismático lector y a muchos más, nos cabe preguntarnos: ¿Qué diría Charles Dickens ante los jóvenes que hoy no trabajan ni estudian? ¿Podría interpretar a esta generación del siglo XXI? ¿Entendería cómo se fue desarrollando esa realidad en una sociedad democrática donde los estudios en todas sus etapas son gratuitos? ¿No quedaría estupefacto ante quienes han soñado con destruir esa sociedad? ¿No estaría seguramente más allá de su comprensión la criminalidad sin sentido que azota a nuestra realidad diaria?…

Claro que Dickens ya no nos puede brindar respuestas directas. Sólo nosotros podemos imaginar respuestas releyendo sus siempre vigentes obra y biografía… Y los políticos y gobernantes… Bueno, esos no saben interpretar lo que leen… ¡Una pena!