Las Joyas del Mont Blanc


Sin necesidad de tener que recurrir a una animadversión residual, estoy profundamente convencido, y tan seguro como que usted y yo estamos aquí, unidos por estas letras, que a partir del momento en que el deportista montañero escaló la montaña -que sabidamente no lo conduciría a Mahoma-, su vida le debe parecer ahora en suspenso, expectante, problemática, no para delinear hilos o rasgos de un país cualquiera, sino más bien para revestir su propio rostro y retrato con una nueva sustancia, y poder luego llevarse las manos a la cara y reconocerse.

Resulta que a este alpinista francés se le dio por escalar el macizo del Mont Blanc para poder tener el mundo ante sus ojos, puesto que no había nacido en tiempo de ver en los campos de Troya el escudo de Aquiles, que mostraba todo el cielo y la tierra, pero lo que en realidad terminó por encontrar allí, fue una caja repleta de piedras preciosas y valiosas joyas de supuesto origen indio, las que, aligero, la entregó posteriormente a la Gendarmería, hombres estos quienes pasaron a considerar que no eran más que restos sobrantes de un avión indio que llegó a estrellarse en aquella zona en 1966, según lo ha informado el diario “Le Parisien”.

Pues bien, lo que tenemos, es que el referido escalador hizo el mencionado hallazgo a principios de este mes, cuando encontró una caja con rubíes, esmeraldas y zafiros, en total 136 gramos en piezas no superiores al gramo y medio, conforme el portavoz de la Gendarmería le explicó al reportero del rotativo.

En todo caso, ahora se calcula que el valor del hallazgo -según la estimación de un experto joyero-, estaría entre los 130.000 y los 246.000 euros, lo que me induce a especular lo qué es esta escasa fortuna frente al trabajo del divino herrero Hefestos, que ni siquiera recibió las debidas homenajes tras haber cincelado y repujado en el escudo de Aquiles el universo entero.

No importa la falta de consideración de aquel entonces para quien tuvo un gesto delicado que parece ser imposible en la persona de tan humilde profesión. Empero, en la caja ahora encontrada emerge la mención “fabricado en India” -que no en lo mismo si por acaso digiera hecho en Paraguay-, lo que, por supuesto, puso a los agentes de la ley sobre la pista de su origen.

La investigación parece indicar -como si fuese una nube precederá ante los ojos del mundo-, que las piedras y joyas encontradas corresponderían a algún incauto pasajero que viajaba en el “Kangchenjunga”, un Boeing 707 de la aerolínea Air India que se estrelló en la referida zona el 24 de enero de 1966 cuando se aproximaba al aeropuerto de Ginebra, una escala en su siniestro viaje entre Bombay y Nueva York, llevándonos a rememorar que dicho accidente provocó la muerte de los 117 pasajeros y miembros de la tripulación que viajaban en el avión.

Inclusive, también se llegó a barajar la posibilidad de que el tesoro encontrado correspondiera a alguien del “Malabar Princess”, un Lockheed L-749 Constellation que también terminó por estrellarse en 1950 cuando se dirigía a la misma ciudad suiza en una escala entre Bombay y Londres.

Pero los investigadores descartaron esta hipótesis al considerar que, en ese avión, los 39 pasajeros que encontraron la muerte junto con los seis miembros de la tripulación, eran míseros marinos, según revela el mismo rotativo francés.

Así pues, según señala “Le Parisien”, las autoridades francesas decidieron entrar en contacto con sus similares indias para tratar de localizar a los herederos del propietario.

No es la primera vez que alpinistas habituales del Mont Blanc encuentran restos del Kangchenjunga, del que han aparecido una valija diplomática y algunos enseres de pasajeros. Y en tiempo, vale resaltar aquí que la ley francesa indica que, en caso de que su dueño o sus herederos no aparezcan, el tesoro será adjudicado a la persona que lo encontró, momento en que acabará el suspenso del suertudo montañista y surgirá otra problemática en su vida… ¡Por supuesto!

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